CAÑETE

Estaba queriendo hacer este viaje desde hace más de un año, asistir al famoso “curruñao” de Cañete. Empecé diciéndole a varios amigos para ir, pero nadie quería ir a un lugar donde “coman gatos” y lo pongo entre corchetes porque luego explicaré.





El curruñao es un festival donde se acostumbra a comer gato, pero la festividad en sí era la de Santa Efigenia, donde se le hace procesión y todo lo acostumbrado a cualquier santo católico. Santa Efigenia es la única santa de raza negra del Perú.

El viaje lo hice sólo con Claudia, nadie más estaba dispuesto a ir; pero yo no me podía perder ese festival que sólo es una vez al año. El punto de partida fue en el puente Atocongo donde hay buses, colectivos y autos que te llevan al sur. Nosotros decidimos ir en bus, más tranquilos, seguros y cómodos. El pasaje a Cañete estaba 10 soles en la empresa Soyus.

El viaje duraba aproximadamente 2 horas, había quedado con mi amigo Álvaro, que vive allá, en encontrarnos e ir juntos al festival. Llegamos a Cañete poco más de medio día y lo primero que hicimos fue hospedarnos en un hotel recomendado por Álvaro en la esquina de la plaza de armas de Cañete y donde se quedan los profesores que van a la UNAC – Sede Cañete.

Nos hospedamos en una habitación de 50 soles, tan sólo dejamos nuestras cosas y salimos para aprovechar el día, la intención era almorzar en el pueblo del festival.

El festival no era en el mismo San Vicente de Cañete, sino en La Quebrada, un pequeño pueblito con dirección al norte del distrito. Nos encontramos con Álvaro y su amigo, que era un sub gerente de la municipalidad de Cañete y tomamos un taxi que nos llevó a La Quebrada por 15 soles.

Llegamos a La Quebrada y no había movimiento, tan sólo unos pequeños puestos de bodegas de vino y un pequeño estrado que recién lo estaban terminando de armar. Se nos hizo raro el poco movimiento en la zona, dimos un par de vueltas por el pueblo y sí vimos publicidad de la fiesta para Santa Efigenia que estaba programada para hoy y mañana, era cuestión de esperar. Mientras tanto almorzamos en un restaurante cerca de la placita.



Mientras almorzábamos, recibimos a Fátima, la amiga de Álvaro que vivía en San Benito, a 15 min de La Quebrada. Una chica súper buena onda. Nos acercamos a la plaza de La Quebrada donde un señor estaba haciendo una exposición de sus dibujos, era Don Jairo, quien meses atrás había sido condecorado por el Ministro de Cultura debido a su arte.



Algunos pobladores, amigos de Fátima que estaban en el lugar nos dijeron que el festival iba a empezar tarde, así que Fátima nos pidió que la acompañemos a su casa para que se ponga abrigo y que su abuelita nos conozca.

Caminamos hasta San Benito 15 min, llegamos a la casa de Fátima y nos presentó a su abuelita, una señora muy amable y de bastante facilidad de palabra. Conversamos durante casi 1 hora, nos contaba anécdotas del curruñao y de las festividades del pueblo. Nos invitó muy amablemente a que la visitemos en octubre para el Señor de los Milagros, donde San Benito está de fiesta. Ojalá nos demos un tiempo para ir.

Salimos de la casa de Fátima para ir a La Quebrada, pero esta vez pasamos por la plaza de San Benito para conocerla, en el lugar una iglesia donde según Fátima habitan murciélagos.



En la plaza, unas adolescentes practicaban bailes para el festival de octubre.


Llegando a La Quebrada, conversamos con la Sra Patricia, organizadora del festival y nos dijo que el curruñao iba a ser el día de mañana y que hoy sólo habría fiesta en la noche. Así que compramos un riquísimo vino blanco y nos lo tomamos conversando de la política y la cultura de Cañete.



Coordinamos cómo íbamos a hacer más tarde. Álvaro y su amigo iban a regresar a sus casas para bañarse y cambiarse pero regresarían en 2 horas. Mientras que Claudia y yo nos quedaríamos con Fátima en el pueblo.

Terminamos el vino y Álvaro y su amigo se fueron, nos quedamos en el pueblo, a Claudia se le antojaron unos picarones y Fátima nos recomendó una señora que había ganado muchos premios. Yo me pedí unos picarones y un “camotillo” para probar (que era algo parecido a una cachanga limeña), Claudia se pidió picarones y una papa rellena.





Caminamos un rato por el pueblo y nos fuimos a esperar a Álvaro en la casa de Fátima, Otra vez teníamos que caminar hasta San Benito. El camino era oscuro y un poco peligroso. Pasamos por el estadio, donde había otra fiesta.



Llegamos a la casa de Fátima y se nos pasó la hora conversando, Fátima nos contó que su gata había tenido gatitos ayer y nos preguntó si queríamos verlos. Nos los enseñó, aún estaban muy pequeños.


Llamó Álvaro avisando que ya estaba viniendo, así que fuimos a La Quebrada para esperarlo y quedarnos ahí. Caminamos por otros 15 minutos, ya nos estaba cansando la caminata. Llegamos a La Quebrada y vimos mucha gente, música, cerveza y vinos.


Álvaro llegó con Jonathan, también amigo nuestro. Compramos unas cervezas y nos quedamos viendo el espectáculo de un grupo de baile cultural de Chincha.



Ya se nos había hecho tarde, eran la 1:00am y teníamos que dejar a Fátima en su casa, así que otra vez volvimos a caminar 15 min hasta San Benito, esta vez contando historias de miedo por el camino oscuro. Las historias de mucas y fantasmas suicidas no faltaron.


La despedimos a Fátima en su casa y nos volvimos para agarrar un taxi hasta San Vicente, pero no pasaba ninguno así que teníamos que regresar a La Quebrada, ooootros 15 min más de caminata. Mis zapatillas acabaron mugre.


Llegamos a La Quebrada y agarramos el primer taxi que vino, nos cobró casi el doble pero igual lo tomamos. Nos dejó en la plaza de San Vicente, ahí estaba nuestro hotel así que nos despedimos de Álvaro y Jonathan. Mañana nos esperaba un buen día.

Domingo, 17 de Setiembre del 2017



Al día siguiente, debido a que dormimos tarde nos levantamos casi a las 10:00 am. Estábamos cansados de tanto caminar. Nos aseamos y alistamos nuestras cosas para abandonar el hotel. Salimos y comimos de desayuno un jugo con 2 panes con chicharrón en la esquina de la plaza de armas.

Pan con chicharrón

Escultura en la plaza de armas de Cañete

Plaza de armas de Cañete

Nos habían dicho que las reliquias de Santa Rosa de Lima estaban en la catedral de Cañete, así que fuimos a buscarlas, pero ya se las habían llevado. En la Catedral había misa así que no pudimos visitarla a gusto.

Catedral de Cañete

Catedral de Cañete

Saliendo de la catedral, recorrimos los alrededores de la plaza, aproveché en comprar algunos souvenirs y a comernos unos helados artesanales.



Nuestro plan para ese día era ir a conocer el Palacio Unanue, monumento histórico nacional. Tomamos un taxi que por 5 soles nos llevó, estaba muy cerca.

Palacio Unanue

Palacio Unanue

El ingreso al Palacio cuesta 5 soles por persona. El palacio fue construido en la década de 1840 por el hijo de Hipólito Unanue, el mármol y las puertas fueron traídos desde Italia. Aún se puede ver la mueblería de la época, aunque muy desgastada al igual que sus paredes.









Al caminar, sientes como crujen las maderas debajo de tus pies, debido a la antigüedad y a la falta de mantenimiento.



Sin duda, un destino imperdible en Cañete.



Nos despedimos del Palacio y llamamos a Álvaro, se iba a demorar 1 hora así que decidimos ir al Mall Plaza de Cañete para conocerlo.


Nos encontramos con Álvaro en la plaza central para irnos a La Quebrada, esta vez sólo tomamos una combi que nos llevó por 70 céntimos desde el Palacio hasta la plaza, estábamos cerca. Álvaro llegó y nos presentó a su amiga Cristina, iríamos con ella.

Tomamos un taxi a La Quebrada por 12 soles, llegamos y llamamos a Fátima para también encontrarnos con ella, en el lugar aprovechamos en almorzar una riquísima y tradicional sopa seca con carapulcra preparado por la famosa Mamaine, foto obligatoria con ella.

Con Mamaine

Sopa seca con Carapulcra

Luego, decidimos comprar un vinito para aguantar la espera de Santa Efigenia, que iba a ser su último recorrido para la guardada. Esta vez el vino elegido era un borgoña tinto. También aprovechamos en comer unos picarones que invitó Cristina, nunca había probado unos picarones tan buenos.



Vimos multitud y bullicio, y es que Santa Efigenia la estaban paseando por el pueblo y posteriormente la guardada. La hicieron bailar al ritmo del “jipi jipi jai”.
Le cambiaron de ropa y le dedicaron un show artístico.







Mientras se realizaba el show, Álvaro me dice que ya había empezado el curruñao, así que fui con él y Cristina. En la plaza, estaba en una mesa el chef Pascual Valverde, quien ha sido entrevisto incluso por la National Geografic.

Chef Pascual Valverde

Él explicaba la criación y preparación de los gatos, que antes pasaban por el veterinario. Los gatos son criados por él en especial para el curruñao, tenían la edad de 1 año, y sólo se hacían 5 por año.

Aquí un paréntesis. Los locales llevan comiendo gato desde sus antepasados, (desde la época de la esclavitud). Es su costumbre cultural que año tras año la celebran pese a que a partir del 2013 se lo prohibieron. En mi opinión, no se puede prohibir las costumbres culturales de los pueblos mientras no denigren la imagen o salud de alguna otra persona. El curruñao es una actividad cultural, el gato es un animal no muy diferente que otros; no se puede prohibir el consumo de un animal, y de otros sí.

Yo tengo una perrita, y si se descubre en algún lugar del Perú que los perros son consumidos (que sí los consumen en países orientales) no voy a exigir que prohíban el consumo de perro ni mucho menos tildar de salvajes a quienes los consumen, es su costumbre y tiene que ser respetada; simplemente yo no lo consumo y listo.
En la selva, en restaurantes venden comida a base de mono, tortuga, reptiles y hasta insectos. En la sierra, la carne de cuy, conejo, alpaca y guanaco es muy requerida. En la costa, se consume los medicinales extractos de rana (que son licuadas vivas).

En el Perú, hay animales que el consumo es prohibido debido a que su especie está en peligro de extinción, no porque sean bonitos ni domésticos.
Para resumir, el curruñao recibe mucha crítica a mí parecer mal enfocada y hasta ilógica; si se quiere defender a los animales, que sea a todas las especies y no sólo a una.

Bueno para continuar, luego de escuchar la breve entrevista que el chef Pascual Valverde compré un plato por 20 soles. El plato de este año era “Gato al vino con macarrones a la huancaína”, parece que le caí bien al chef porque me sirvió la presa más grande (casi 1/4). Álvaro y Cristina también compraron un plato, ni bien tuvimos nuestro plato las cámaras periodísticas nos rodearon para tomar nuestra primera impresión al probar gato. Lo probamos y nos entrevistaron para saber que sabor tenía, una mezcla entre pollo - gallina - chancho.

 



Cristina

Álvaro

Claudia seguía viendo el show artístico, ella llegó a la plaza cuando ya estaba acabando mi plato, le había guardado un poco pero no quiso ni siquiera probarlo. Terminamos de comer y decidimos bajarlo con un vinito, fuimos a tomar y Claudia se pidió un pisco sour. 


Así acabamos el día en La Quebrada, terminamos el vino y fuimos a dejar a Fátima a San Benito, luego nos iríamos a Imperial para tomar carro a San Vigente y regresarnos a Lima. La combi nos cobró 1 sol y nos dejó en la plaza de Imperial, ahí había colectivos que nos llevaban a Lima por 15 soles (5 más que en bus), la ventaja era que no tendríamos que ir hasta San Vigente, luego ir a Soyus y esperar a que salgo un bus; así que decidimos irnos en colectivo, aparte era uno muy moderno de Mercedes Benz, tenía hasta televisor así que lo aprovechamos.



Terminamos así este corto pero muy divertido viaje, con experiencias nuevas y con una frase que la utilizaré en todos mis siguientes viajes: “Come acá lo que nunca vas a comer allá”